jueves, 21 de diciembre de 2006

Tomás Munita y el tiempo presente en "Kabul"


Tomás Munita es un fotoperiodista chileno y fue premiado por el International World Press Photo 2006 (considerado si no es el más importante, uno de los más grandes festivales fotográficos en la categoría de foto reportaje). Cuesta trabajo creerlo; hoy día Munita trabaja como freelancer para el New York Times.
La colección titulada “Kabul”, que estuvo en el Bellas Artes hasta hace una semana atrás, mostró una serie de 30 fotografías captadas por el periodista en distintos lados de Kabul, Afganistán. Escombros de una ciudad y sus ciudadanos “perdidos en el tiempo”, eran los motivos recurrentes en las imágenes.


Quizás la frase “perdidos en el tiempo” suena demasiado subjetiva, porque qué es el tiempo?, es mi tiempo el tiempo real? Los islámicos han hecho perdurar en la historia, su tradición milenaria por medio de los principios presentes en el Corán, que es la palabra de su dios Alá y que es inmutable: ellos viven igual que hace cientos de años atrás.

La muestra incluyó además una muralla repleta de rostros de afganos en tamaño postal, que según la reseña que se leía en un rincón de la pared, coincidían en ser caras de anónimos que quisieron, por su voluntad, dejarse fotografiar por Munita. Cientos de ojos de fuego, muchos de ellos manchados por la arena del desierto, me observaban a la salida. Las miradas no sólo generaban sorpresa (la mayoría de los niños tenía el rostro quemado) sino que además querían decir algo. Quise interpretar ese algo, como el quiebre en la rutina de sus vidas, que significó para ellos recibir el flash de una cámara sostenida por el foreigner. Así, la gran brecha entre las culturas en encuentro, la sentí cada vez más ancha. Los afganos como fieles representantes de una cultura religiosa y un estilo de vida, frente a un fotógrafo ávido de mostrarle al mundo la forma de vida de esta comunidad. Un periodista que se escondió muchas veces (así lo decía su reseña del viaje en el museo) para captar movimientos espontáneos de los habitantes del desierto.


La diferencia entre ambas partes no es difícil imaginarla (rostros islámicos versus fotógrafo de rasgos y ojos occidentales), pero en el entrever el trabajo fotográfico no siempre existe la reflexión.
Fue así como empecé a buscar entre las fotografías la forma de poder encontrar algo familiar entre ambas culturas y en ese momento, apareció esta foto: el pequeño afgano vendiendo relojes.
El tiempo como moderador universal en la vida de las personas. Hombres y mujeres de rostros torcidos, narices ariscas y pieles tostadas, casi todos vistiendo turbantes de colores (que todavía no existen en este lado del mundo) y Munita, que me lo imagino perfectamente, todos esclavos del paso constante del tiempo.
El tiempo como una nave con un timoneo continuo y tranquilo. El tiempo como una bestia arrasadora de la vida de las personas. El tiempo como un arma omnipresente. El tiempo enjaulado en un reloj. Y bueno, ya está dicho y no queda otra que aceptarlo: los relojes nunca duermen.

2 comentarios:

Unknown dijo...

hoy estaba pensando en eso... en el tiempo, en como nos desgasta, nos persigue, en como no para, en como tampoco sigue.. en como se transforma en la vida.. en fin.. un reloj puede ser el objeto más próximo que tenemos como tiempo, que podemos detener, incluso alterar.. pero creo que no va en eso.. la inmensidad del tiempo no alcanza siquiera en las horas, los años, siglos.

Cuando leo tu blog me gusta escuchar una cancion de la Joss Stone, Right to be wrong, me acuerdo de ella contigo, ah, y también con la Norah Jones.

Miles de besos, gracias x todo, te quiero, sí, mucho mucho!

Pájaro Navegante dijo...

Ignacita,
Pienso que algunas veces las personas dejan de hacer cosas importantes por esperar que el tiempo, por sí sólo, haga encajar los pedazos de sus vidas. Hay ratos en que es difícil "darle vueltas al reloj" y quizás sencillamente no se puede, pero también debes saber que hay momnetos en que tienes que desenmascarar el paso de los segundos y actuar. Porque sí se puede actuar. Y eso es ahora. Actúa tú primero y que no sea el soplo del tiempo el que más rato te haga caer.
Yo te adoro.