martes, 30 de enero de 2007

Dedicado a la amarilla

Fue demasiado freak fue cuando la escuché.
Qué hacía yo, en ese lugar, a esa hora, en ese día, ahí. Cientos de personas recorrían el Jardín Japonés y yo era, una más, una turista más, que colgaba desde una mano una cámara de fotos y que arrugaba entre los dedos de la otra, el mapa con el recorrido del lugar.
Estaba yo mirando a los muchos que asomaban (no puedo decir narices) sus ojitos saltones y de pronto, esta señora les habla a los niños que pululaban a su lado.


-Mirén nenes a los pececitos plin, plin, plin


Espasmo de risa.
Yo, yo era la que figuraba al lado de la señora y no otra persona. Yo y sale con el plin, plin, plin.
Ni me di cuenta y ya estaba riéndome a gritos al frente de la señora.
Era yo la que se burlaba del tremendo y sincero gesto maternal que había tenido con los niños al llamar a los del agua con un plinplineo.
Era yo la que no le veía su cara de indignación frente a mi desfachatez del instante (acostumbro a reír con los ojos cerrados), y no otra persona.
Era yo y ella, frente a frente, cara a cara bordeando un lago de aguas espesas de naranjo y grisáceo. Era yo batallando con mi risa y ella con su silencio decidor.
Al agotar la carcajada y darme cuenta de la situación, simulé un ataque de tos. Plin, plin, plin, cada vez más desinflado seguía la señora sin mirar a los niños.
Cómo explicarle que no había, en ese momento, palabra que me causara más gracia que plin, plin, plin. Que aunque los pescados ya envueltos (y desenvueltos) en su extravagante integridad física me daban risa, en ese momento, en el segundo en el que ella asomaba su ronca voz del typical argentinian old-woman who has been smoking her whole life, para decir plin, plin, pececitos, podía sentir como si alguien me hiciera, sin parar, cosquillas en la planta de los pies.

Yo creo que los pececitos japoneses modulaban plon, plon, plon.
Con el círculo que se les dibuja en sus bocas, yo sólo les alcanzo a leer en los labios un lo mor ostobo sorono.

domingo, 7 de enero de 2007

Cuerpos pintados y los Pájaros de Neruda

Ayer en la noche fui a “Cuerpos pintados y los Pájaros de Neruda” en la Estación Mapocho. El espectáculo, que ya se había dado a principios de año en el Municipal, lleva muy bien puesto el nombre de ser de naturaleza multimedial: en la puesta en escena se fusionan disciplinas como la fotografía, el ballet, la música, la pintura y la literatura.

En el 2003 recuerdo haber ido a una presentación de Cuerpos Pintados en el parque Bicentenario. Por haber sido de los primeros encuentros que tuve con la fotografía, quizás no dimensioné bien en ese momento la apuesta que significó para un artista presentar, insertado en un proyecto experimental, una muestra en donde los protagonistas de la obra de arte, de carne y hueso, se presentaban desnudos en un país como Chile.

Pienso que mostrar arte concentrado en un desnudo, en un país en vía al desarrollo, debió haber sido una gran hazaña para Edwards pensando que el proyecto lo comenzó a principios de los 90. La iniciativa tiene como fin poder generar una reflexión libre de prejuicios de nuestro cuerpo humano, sin que el morbo, que se le implanta al que el foco de atención esté en desnudos, fuera invitado al evento.

Hace poco volví a ir a una exposición de cuerpos pintados, que pertenecía a la misma fundación que hoy día se mueve en campos internacionales, pero esta vez en enmarcada en un proyecto social. Éste buscaba ofrecer a personas acomplejadas con su cuerpo, la posibilidad de mostrarse por primera vez al mundo sin ataduras físicas; sus cuerpos desnudos, sin pertenecer al canon de belleza hoy definido por los medios, fueron pintados por artistas de renombre latinoamericanos. Abundaban las mujeres que sonreían sentadas sobre sus anchos abdómenes y ancianos que desfilaban contorneándose con ambas manos las arrugadas cinturas. Todos se sentían plenos y dichosos de mostrarse tal cual eran. Sentí que, sin haberme dado cuenta, el proyecto experimental de Cuerpos Pintados había alcanzado (bueno, desde hacía tiempo el despegue) una especie de firmeza invencible en su vuelo: el arte una vez más estaba al servicio de la humanidad.

El taller de Cuerpos Pintados ha buscado evolucionar a nuevas áreas. Quien quiera pintarse lo puede hacer. No hay razas, género ni estatura que pueda frenar el paso a ser pintado. Hoy día el proyecto, sin fines de lucro, ha demostrado que el cuerpo es medio de expresión para todos: no hay mejores ni peores cuerpos, sólo los hay diferentes.

Los cuerpos pintados del espectáculo de Neruda, pertenecían a los integrantes del Ballet Nacional. Sus cuerpos desnudos, eran vestidos con proyecciones de luces. No de uno sino que de miles de colores. La interpretación, sin embargo, los olvidó como seres humanos: la transformación que los casi veinte bailarines sufrieron al convertirse en pájaros, fue perfecta.


Arte de pájaros”, es un homenaje de Neruda a las aves que sobrevuelan el continente americano. La obra escrita está dividida en dos partes: Neruda dedica poemas a pajarintos que son aves reales y que todos hemos visto alguna vez (águilas, cisnes, flamencos, gaviotas) y a pajarantes (que no es la fusión de pájaro navegante) que son aves imaginarias, pájaros que el poeta ha sacado volando desde su imaginación.

Cuando Neruda da a conocer en su creación a su ave homologa, Pablo Insulidae Negra, pienso en que cada uno debería dar a conocer su ave. En el ballet el bailarín que interpretó a Neruda abrió el cielo de su escenario con “El pájaro yo” de Neruda.


Me llamo pájaro Pablo,
ave de una sola pluma,
volador de sombra clara
y de claridad confusa,
las alas no se me ven,
los oídos me retumban
cuando paso entre los árboles
o debajo de las tumbas
cual un funesto paraguaso
como una espada desnuda.

Fragmento "El pájaro yo", Neruda


Neruda dice que a él las alas no se le ven. Y a quién se le ven?

Los pájaros, disfrazados de cuerpos desnudos, que se deslizaban a solas por los recovecos del escenario lo hacían primero lento. Cuando ya se estaba formando la bandada, comenzaba el sigiloso culebreo seguido del vuelo.
El susurro de una mujer que recitaba lentamente, terminó siendo la mejor alabanza a los flamencos.


Sobre la nieve natatoria
Una larga pregunta negra.


Cisne, Pablo Neruda.

Cuando ya las aves han danzado, migran a conquistar nuevos aires y el poeta de despide de ellas.


“Poeta provinciano,
pajarero,
vengo y voy por el mundo,
desarmado,
sin otrosí,
silbando,
sometido al sol y su certeza,
a la lluvia, a su idioma de violín,
a la sílaba fría de la ráfaga.

Sí sí sí sí sí sí,
soy un desesperado pajarero,
no puedo corregirme
y aunque no me conviden los pájaros a la enramada,
al cielo
o al océano,
a su conversación, a su banquete,
yo me invito a mí mismo
y los acecho sin prejuicio ninguno.

(…)

Yo, poeta popular,
provinciano, pajarero,
fui por el mundo buscando la vida:
pájaro a pájaro conocí la tierra:
reconocí donde volaba el fuego:
la precipitación de la energía y mi desinterés quedó premiado
porque aunque nadie me pagó por eso
recibí aquellas alas en el alma
y la inmovilidad no me detuvo.

El poeta se despide de los pájaros, Pablo Neruda, de “Arte de pájaros”

martes, 2 de enero de 2007

Retratos que no queremos ver

Según cuenta la mitología griega, Narciso estaba enamorado de su rostro. El joven iba todos los días a mirar su reflejo a las aguas claras de un lago. Fue tanta la obsesión por sí mismo que un día intentó besarse y cayó al lago. Murió ahogado bajo aguas profundas.

Se considera narcisista a quien tiene una sobrevaloración personal. Un narcisista es necesariamente ególatra y que no sólo cosecha, día a día, una inmensa veneración personal, sino que además está constantemente subestimando al resto. Se cree grandioso y superior.

En “El retrato de Dorian Gray”, Oscar Wilde teje su novela en base al narcisismo y a las secuelas que este trastorno, puede acarrear en la vida del hombre.
Dice la historia que Dorian Gray llegó a ser tan vanidoso que le pide a un pintor que le haga un retrato para poder observarse a tiempo completo. ¿Por qué no mejor mirarse en el espejo o en el agua como Narciso? No, Gray quiere verse siempre joven y atractivo: desea dejar estampado en la tela, la belleza de quien es joven.
En el desenlace de la obra, el cuadro cobra vida y empieza a tragarse cada una de las actitudes perversas del hombre; mientras la tela comienza a tornarse sombría y sucia, Gray, en vivo y en directo, se mantiene bello y joven. Olvida, sin embargo, que las pasiones también podían quedar atrapadas en el lienzo, (el hombre sin pasiones no puede vivir) y es así como la arrogancia y la soberbia terminan pasándole la cuenta.

La historia de Dorian Gray toca el tema de la vanidad. El joven posee una inmensa admiración de lo exterior, de lo frívolo, a tal punto de superponer lo superficial frente a los sentimientos.


Es fácil entonces imaginar que todos los autorretratos deben estar cargados de un cierto narcisismo. Algo así como una auto veneración crónica. ¿Por qué reducir el arte a mi rostro? El arte está para crear. Recrear lo visible y lo invisible. Gray al menos es indiferente al mundo y a la naturaleza que lo rodea. Pero no. No siempre es así. No todos los artistas que han pintado su rostro han buscado la exaltación del “súper yo”. Frida Kahlo y la tragedia personal en sus cuadros constituye una excepción.

La vida de la Kahlo está rociada de duros y tristes episodios. Luchadora por la causa social de su México querido y militante del partido comunista del mismo país, dedicó casi toda su vida artística a la elaboración de autorretratos. Pero no como los de Dorian Gray (bellos, agraciados y tremendamente armoniosos): Frida Kahlo acentuó los bellos de su bigote y entrecejo en una mirada propia tosca y fría, y mostró al mundo el gran sufrimiento que le significó la postración vitalicia que tuvo en su cama.

En su corta vida resistió graves accidentes que le significaron cirugías y lesiones de por vida. Cuenta su biografía que la primera enfermedad que sufrió le dejó la pierna derecha más delgada que la izquierda. Como si fuera poco, años más tarde un accidente en el autobús en el que viajaba, la dejó no sólo con lesiones en las costillas, los hombros, la clavícula y la pelvis, sino que también la imposibilitó de concebir vida en su útero. Más tarde murió renga: le amputaron una de sus piernas por padecer Grangena.


Dibujo "Accidente" (1926), Frida Kahlo define así el accidente que la dejó inválida de por vida

Desfallecida quedó en una cama en la que empezó a pintar autorretratos. ¿Qué pasa entonces con estos autorretratos? ¿Son los mismos en que el artista plasma lo más bello de su rostro? Definitivamente no. Frida va a mostrar lo qué es en los retratos: una inválida. Va a denunciar las infidelidades de su marido (Diego Rivera, también famoso pintor mexicano) además de petrificar el dolor físico ocasionado por su parálisis corporal y el del corazón, por ser de condición infertil.

Su cara y cuerpo plasmado en la tela, sin embargo, pierden el sentido superficial. La obra de la pintora mexicana fue considerada surrealista por el propio Bretón, esto por la abundancia de elementos oníricos (además de yuxtaposición de imágenes en la tela) que hacen de la imagen un fuerte retrato de dolencias, de vacíos sentimentales y repetitivos encontrones “cara a cara” con la muerte.

Frida, de carne y hueso, nunca mostró “descompostura en su postura”. Vistió para todas las ocasiones el traje tradicional mexicano, cargó joyas precolombinas y se peinó con flores y trenzas.

Pareciera ser que Frida se pinta a ella porque es lo único que ve, lo único que la vida le ha dado para mirar y adorar. Quizás. La pintura es su lucha, es su forma de vivir, es la manera que tiene para mostrarse al mundo. No puede de otra forma.

Se dice que la Kahlo se pintaba frente a un espejo y nunca lo dejaba. Miraba su rostro todo el tiempo (ella fue su única modelo) y sin embargo nunca fue vanidosa.
Frida nunca fue narcisista.