miércoles, 6 de diciembre de 2006

Se venden máscaras para vivir

Se hace difícil caracterizar aquella esencia de la que están formadas las personas (esencia, que palabra menos decidora).
Pienso que en esencia, nos reducimos a un puñado de matices en degradación que, dependiendo de la cita fijada, se mostrará de un sólo color; y es por lo inefable de nuestra existencia que me aprovecharé de colores para pintar mi idea.
Desde mis más “adentros emocionales” puedo decir que sí: soy una más de las que carga una colección de máscaras sobre el rostro. Algo así como mostrarse frente a algunos ojos de una forma; reflejarse en distintos de otra. En psicología, son las llamadas “máscaras”, armaduras inquebrantables que cada uno sabe cuando ponerse.
Somos diferentes para cada una de las personas que nos rodea. Cada relación que establecemos con otro nos va a mostrar al mundo de una forma; es imposible actuar uniformemente con todo aquel que nos topemos, con cada uno sabremos qué parte de nuestra esencia mostrar (esto sin que se pierda la autenticidad de cada ser humano).
Freud dice que estas máscaras son los mecanismos de defensa que utilizamos para mantener nuestros impulsos inconscientes. Un bien necesario. Jung dice en cambio, que son aquellas caretas con que las personas se enfrentan al mundo durante su proceso de individuación (pasar desde el inconciente personal al colectivo).
Y porque durante el día representamos diferentes papeles en el teatro de nuestra vida, buscando en la mayoría de los casos la aceptación social.
Entonces queda por pensar que la única restricción de las máscaras para lograr ser buenos personajes de nuestra historia, será la de llevarlas puestas en conciencia, es decir, tener en cuenta que cada cierto rato hay que cambiarlas.

3 comentarios:

Diego Zúñiga dijo...

Me caíste bien cuando te vi. Hay una especie de simpleza profunda en ti. No sé cómo explicar eso, pero sé que es así.
Máscaras. En "el obsceno pájaro de la noche", mi novela favorita de José Donoso, hay una parte donde se juega mucho con las máscaras. Tu texto me recordó a esa parte de la novela de Donoso. Una parte donde un tipo se ponía la máscara de otro con más fama y trataba de pescarse a una mina, o algo por el estilo.
El juego de la identidad, de la mentira, de la ficción.
Al final es eso y quizás un poco de realidad.
Saludos.
Posdata: Eduardo Anguita: "Venus en el pudridero". Humilde recomendación.

Anónimo dijo...

Máscaras para sobrevivir.

...Entonces tomo con ambas manos aquella máscara de la muchacha fuerte, la que no necesita a nadie, la que no se cae. Antes de la primera lágrima, me la pongo. En un principio sé que finjo, luego de un rato lo olvido y me lo creo. Entonces la máscara se funde en mi piel. Cada vez es más difícil sacármela, y cuando por un arranque de valentía dejo libre a la niña soñadora, y está es derrotada, vuelve la máscara a mis manos, a mi piel… y cada vez es más mi piel. Sólo la ilusión trae desilusión repito en mis adentros. Imagino cómo quiero ser, modelo el personaje, lo practico. Lo creo y me lo creo.
Me miro en un espejo y ya no sufro, pero no veo aquellas chispitas de magia.

Pájaro Navegante dijo...

Talita, tú también puedes hacerte una máscara de magia.