viernes, 15 de junio de 2007

Parecidos con la realidad: ¿mera casualidad?

Que una novela tenga un minúsculo parentesco con la realidad, con una «no ficción» de la que somos conocedores —incluso hasta de la que somos parte— y ya: toda la narración es verdadera, todo lo que está escrito hace alusión a una situación que alguien vivió en el mundo real. Pasa en las películas, en las teleseries, en las obras de teatro. «Cualquier evento o persona y su parecido con la realidad son mera casualidad». ¿Casualidad? Para algunos la coincidencia a esta altura pareciera estar obsoleta, pareciera ser una artimaña más a prueba de tontos. Las coincidencias no existen y punto. Lo que para unos es así de tajante, para otros en cambio forma parte de una posibilidad que no deja de ser casual: se han escrito tantas historias de ficción que es muy difícil apuntar a una que no esté ya escrita o bien, somos tantos seres humanos en la tierra que sí, es posible que nuestras historias personales anden por ahí llevándonos la delantera en algún libro que esté guardado en alguna estantería lejana (o cercana quién sabe) . Me acuerdo de Roberto Ampuero y de su teoría de vida propuesta en «Los amantes de Estocolmo». Ampuero dice que nuestras historias personales ya están publicadas en un libro y el tema no acaba ahí: nuestra misión es saber encontrarlas por medio del excesivo ejercicio de la lectura (se entiende como un leer, leer y leer en nuestra vida perpetuo). Encontrar las historias y encontrarnos a nosotros, identificar nuestro pasado, presente y futuro por medio de una ficción que alguna mente creativa modeló antes de que nosotros naciéramos. Interesante teoría, creo. Todos hemos encontrado alguna vez algún personaje de algún libro que nos ha movido un poco el piso. De algún libro o de cualquier otra ficción, de alguna película, de alguna canción, qué sé yo, que se parece excesivamente a nosotros, o al revés, al que nosotros excesivamente queremos parecernos.


Y tiene sentido lo de las narraciones con cierto aire a «realidad real». Nadie pareciera creerse tanto el «mero parecido con la realidad» cuando las situaciones retratadas en una ficción pueden ser ciertamente comprobables, responden de manera fiel a un hecho que alguien escuchó, que alguien vivió, que alguien puede salir a comprobar. García Márquez además habla de lo que pasa viceversa. Cuando a una «no ficción» se le escapa un detalle, un minúsculo detalle que se aleja de la verdadera calidad de la experiencia, tenemos como resultado un relato deficiente, una farsa ficcional que ha querido engañar a un lector ingenuo. Una información que no calce con la noticia que estoy leyendo —supongamos que yo soy el que sé más del tema—, y tiro por la borda todo el asunto del que me están contando. Yo por lo menos no sé si le vuelvo a creer a una persona que me miente una vez: para la segunda vez que intente hacerlo voy a estar con los sentidos más alerta.

Y relacionado con las propias creaciones, Rosa Montero ya lo había considerado en una contratapa de uno de sus libros: «Toda autobiografía es ficcional y toda ficción autobiografíca». Podríamos congelar esta frase y empezar a comprobarla en los diálogos que diariamente mantenemos con el círculo de personas que nos rodea. ¿Quién nunca ha aliñado de coincidencias, de un poquito de patetismo algunas historias personales? o así mismo… ¿quién nunca ha convertido vivencias personales a tercera personal singular y las ha lanzado como historias increíbles, de fabulosa imaginación al papel? A lo menos una vez que sea, muchos lo hemos hecho. Y no se trata de ser aquí mitómanos, se trata de simplemente aceptar que al interior de cada persona habita un mundo maravilloso, un mundo paralelo al terrenal, un mundo donde las ficciones pueden transformarse en realidad. ¿y por qué no?
Pienso que es tarea de cada uno aprender a apreciar ese propio e irreal mundo interior y el de los demás.

7 comentarios:

Unknown dijo...

Creo ke hay un punto en q relaidad y coincidencia se conektan. O al menos pasa eso con la literatura.
A penas leí tu post me acorde de algo q me paso esta semana. Había terminado de leer Tokyo Blues, y al día siguiente, martes, tenía q ir a dejar una película al Blockbuster, cartas de Iwo-Jima (asi era?), q nisikiera pude ver. Bueno.. el martes tenía la película en mi bolso, y no se pk comienzo a leer el elenco con los nombres de actores, todos japoneses, y uno con el apellido del personaje principal del libro: Watanabe.
¿Qué es eso?

Pájaro Navegante dijo...

Eso es el «azar objetivo» y forma parte de una tesis que en algún momento postuló Hegel. Bretón, el fundador del surrealismo, lo ocupa como el método para la escritura automática propia del surrealismo. Es la confluencia entre lo q yo deseo internamente (lo que se guarda dentro de mis pensamientos) y las casualidades o coincidencias que día a día nos regala la vida.

Para los orientales esto también tiene explicación que no cacho muy bien. Se llama algo así como el proceso de sincronización mental. Tema de otro post, quizás.

Un abrazo

Anónimo dijo...

Desde el rincón de la naturaleza humana a veces surgen preguntas que muy pocas personas se atreven a responder: Los geniales escritores.

La contingencia filosófica de que algo puede o no suceder es animada dentro de las letras buscando sucesos que el lector comprenderá y vivirá de manera distinta a la de los demás, por el mismo hecho de que la identificación con un relato o personaje es una marca de vida que se incrusta en lo profundo de tu mente, y que te obliga a reconocer sucesos que de otra forma habrías pasado por alto, la misma impresión generadora de déjàvus que persigue mentes ávidas de nuevas experiencias.
La pasión literaria intensifica tanto estas emociones que incluso pueden reducirnos a un Quijote soñador cuya realidad se adecúe a lo que más ansía, lo que más ama.
Felicitaciones por tu blog.

Pájaro Navegante dijo...

Ismael
Gracias por lo q dices. Yo sí creo que se puede vivir entre esos dos mundos de los q tú hablas. En que de alguna forma la realidad sí se puede adecuar.

Anónimo dijo...

...Vivir entre esos dos mundos..., tal vez sea la opción más peligrosa, es un problema de elección: La vida superficial, cotidiana; o por otro lado, la fantasía, la que define tus rumbos.
Combinarlas a diario implica el riesgo del delirio, de la confrontación. ¿Qué hacemos frente a una situación real? ¿Obedecemos a la mente?¿Al sentido común?¿O escogemos convertirnos en un personaje literario, en una proyección de fantasías?
Una casualidad te puede llenar de estupor, pero cuando la casualidad se convierte en hecho, y que necesita de efectos, ¿sobré que decidimos?, Vivir entre esos dos mundos, vivir la realidad, vivir el día de hoy; o vivir en lugares sin tiempo ni espacio, una decisión así pone en aprietos a toda persona.

Anónimo dijo...

la realidad y ficción son caras de una misma moneda
forman una unidad indivisible
son dos polos opuestos que se nutren reciprocamente.

Pájaro Navegante dijo...

La fusión, pienso, radicaría en creer que nada es imposible.

No sé si extremaría la ficción como parte del delirio. La veo como todas aquellas cosas que aún no he vivido y que tal vez sí, sí podría llegar a vivir.

Creo, también, en la reciprocidad de ambas partes que forman el todo.